Pérdida auditiva en los niños: consecuencias e importancia de un diagnóstico precoz
La pérdida auditiva en los niños puede producirse desde el nacimiento o en algún momento durante la infancia.
La pérdida auditiva en los niños puede producirse desde el nacimiento o en algún momento durante la infancia. Esto representa un gran desafío para la familia, ya que la audición es necesaria para aprender el lenguaje hablado, la lectura y la escritura. Y para comunicarse con los demás de forma natural. Por eso mismo, debemos ser conscientes de la gran transcendencia que tiene diagnosticarla y tratarla cuanto antes.
Cada año, alrededor de 2.000 familias españolas tienen un hijo con problemas auditivos, pese a que los padres son, en más del 90 %, lo que en audiología se denomina ‘normoyentes’, es decir, que oyen con normalidad. Así queda reflejado en un artículo sobre hipoacusia en la infancia de la publicación Formación Activa en Pediatría de Atención Primaria, de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Qué es la hipoacusia infantil
Es cuando el niño presenta incapacidad parcial o total para percibir sonidos. Entre dos y tres bebés por cada mil nacidos tienen algún tipo de hipoacusia desde el nacimiento, tal y como se informa en el blog En Familia, de la AEP.
“La pérdida puede ocurrir en uno o ambos oídos y puede ser leve, moderada, grave y profunda. La hipoacusia profunda es lo que la mayoría de las personas denominan sordera”, se lee en este portal.
Algunos problemas de audición empeoran con el tiempo, mientras que otros permanecen estables sin agravarse. En ocasiones, la dificultad para percibir los sonidos es transitoria y suele estar ocasionada por una otitis (inflamación del oído por una infección).
Lo importante es que, sea cual sea su intensidad, se trate cuanto antes. Las hipoacusias leves o moderadas pueden pasar inadvertidas y quedar disfrazadas. Pero es muy posible que después se reflejen en dificultades de aprendizaje, en falta de atención, dispersión e incluso en problemas para una correcta interacción social, con potenciales repercusiones psicológicas.
Causas de la pérdida auditiva
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 466 millones de personas —más del 5 % de la población global— padece una pérdida auditiva que genera discapacidad. De ellos, 34 millones son menores.
Se considera que un adulto sufre problemas graves de audición si tiene una deficiencia de 40 decibelios (dB) en su oído menos dañado. En los niños se establece en una pérdida de 30 dB en el que tienen mejor.
La mayor proporción de población con sordera vive en los países subdesarrollados con ingresos medios y bajos, asegura la OMS.
Este organismo de las Naciones Unidas indica que los motivos de la sordera pueden ser congénitos o adquiridos:
1. Causas congénitas
Es cuando la discapacidad surge desde el nacimiento o en los primeros días de vida. La pérdida auditiva a veces tiene un origen hereditario, pero otras no. También es posible que se deba a complicaciones durante la gestación o el alumbramiento. Y hay distintos motivos:
Falta de oxígeno durante el parto.
Bajo peso al nacer.
Infecciones durante el embarazo, como la rubeola materna o la sífilis.
Uso incorrecto de algunos fármacos como los diuréticos, aminoglucósidos, antipalúdicos y citotóxicos.
La ictericia crónica, que puede dañar el nervio auditivo del bebé durante los primeros días de vida.
2. Causas adquiridas
Son las provocadas por alguna enfermedad a cualquier edad:
Infecciones en el oído.
Enfermedades infecciosas como el sarampión, la meningitis y la parotiditis.
Abundancia de líquido en el oído (otitis media).
Exposición al ruido extremo. Ocurre cuando las personas trabajan en entornos con sonidos muy fuertes, como el sector de la construcción.
El uso de medicamentos para el paludismo, la tuberculosis farmacorresistente, las infecciones neonatales y el cáncer.
Si un objeto extraño obstruye el conducto auditivo.
Síntomas
Debemos estar muy atentos a las reacciones de nuestro hijo ante los estímulos sonoros en sus primeros días y meses de vida.
1. Primeros indicadores de la audición
Lo normal es que hasta los 2 meses se asuste o despierte con ruidos de alta intensidad.
Después de los 3 meses logra situar la mirada hacia la dirección del sonido.
Más adelante, entre los 6 y 9 meses, habitualmente mueve la cabeza y el cuerpo con facilidad para detectar el origen del ruido.
Si el niño no tiene estas reacciones y consideras que podría padecer algún problema de audición, debes consultar al pediatra de inmediato.
2. Señales de alarma según la edad:
No emite ningún sonido ni balbucea a los 6 meses.
Si a los 12 meses no reacciona ante ningún sonido, como el teléfono o el timbre de la puerta.
Cuando a los 15 meses no responde a su nombre.
Tiene 2 años y aún no emite palabras.
No pronuncia frases de dos palabras a los 36 meses.
Es incapaz de emitir frases sencillas a los 48 meses de vida.
Consecuencias
Veamos las consecuencias de la hipoacusia infantil, según la OMS:
1. Funcionales
La primera y más evidente es que el niño no puede comunicarse con los demás. Si no se le atiende de forma adecuada, se producirá un retraso en el desarrollo del habla. Y, consecuentemente, en la lectura y la escritura, dos habilidades fundamentales para el desarrollo de la inteligencia.
El rendimiento escolar también se verá potencialmente afectado, lo que condicionará su vida adulta en el aspecto laboral. Al crecer, podría tener dificultades para encontrar trabajo.
Lo ideal es que los centros educativos cuenten con algunas estrategias y herramientas para ayudar a los menores con estas patologías, pero esto no siempre sucede. No obstante, en España hay muchos colegios de integración en los que estos alumnos reciben el apoyo necesario.
2. Sociales y emocionales
La hipoacusia causa efectos negativos en la vida diaria del menor. A menudo le hace sentirse aislado, frustrado y solo. Si no se trata con la suficiente prontitud, corren el riesgo de convertirse en personas tímidas con dificultades para socializar y hacer amistades.
3. Económicas
La OMS estima que la desatención en los casos de pérdida de audición genera un coste global anual de 750.000 millones de dólares. Eso incluye los gastos en los servicios de educación especial, el sector sanitario, el ámbito social y la falta de productividad.
“En los países en desarrollo, los niños con pérdida de audición y sordera rara vez son escolarizados. Asimismo, entre los adultos con este problema la tasa de desempleo es mucho más alta. Una gran proporción de los que tienen empleo ocupan puestos de categoría inferior en relación con la fuerza de trabajo en general”, informa la OMS.
Tratamientos
Los tratamientos de la hipoacusia dependen directamente de la causa que la provoca. Un diagnóstico temprano es fundamental. Por eso, si sospechas que tu hijo no oye bien, llévalo al médico cuanto antes. Según la Academia Americana de Pediatría, estos son los principales:
1. Medicamentos
Si es una deficiencia leve debido a la presencia de líquido en el conducto auditivo por una infección, el especialista suele evaluar nuevamente al paciente, tras el tratamiento. De este modo determinará si la sustancia ha desaparecido y el menor vuelve a oir con normalidad.
Para eliminar el líquido existen varios fármacos como los antibióticos, antihistamínicos y descongestionantes.
2. Drenajes transtimpánicos
Si después de algunos meses sigue habiendo líquido alrededor del tímpano y se observa que el niño no oye bien, posiblemente sea remitido a un otorrinolaringólogo para realizar pruebas más exhaustivas. Entre ellas suele incluirse una audiometría para determinar el grado de pérdida de audición existente.
En caso de que lo consideren oportuno, se puede recomendar la colocación de unos drenajes transtimpánicos, que son como unos tubitos de ventilación para dar salida a la sustancia que obstruye el sonido. Se trata de una intervención quirúrgica menor y de muy corta duración que no requiere ingreso.
Estas cánulas de ventilación ayudarán a drenar el oído, prevenir infecciones y mejorar la salud de este órgano. Pasado el tiempo que el especialista estime oportuno, se retiran.
3. Aparato de corrección auditiva o audífono
Cuando la causa es una malformación del oído medio o externo, estos dispositivos ayudan a recuperar la audición a un nivel casi normal.
La sociedad de pediatras americanos advierte que “estos aparatos no restaurarán la audición por completo en aquellas personas con un problema neurosensorial importante, pero ayudarán a su hijo a desarrollar el lenguaje hablado u oral si la discapacidad es leve o moderada”.
Cuando la pérdida de audición es de severa a profunda, en uno o en ambos oídos, los audífonos no pueden solucionarla. En estos casos, hay que recurrir a los implantes. Los hay de dos clases y la elección de uno u otro depende del tipo de daño existente.
4. Implante coclear
Está indicado para aquellos que tengan la cóclea dañada o con sus funciones limitadas. Es un dispositivo que transforma las señales acústicas en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo.
Consta de dos partes, una interna y otra externa. La primera se implanta en el hueso mastoides, detrás del pabellón auricular. La que va por fuera se conecta con la otra a través de un cable y un imán.
Requiere una intervención quirúrgica con anestesia general. Conviene colocarlo antes de los 2 años, y preferiblemente, entre los 10 y los 18 meses. En España, la Seguridad Social cubre los gastos de la operación, pero no los de su mantenimiento.
La intervención temprana es absolutamente fundamental. La razón es clara: cuanto antes consigamos que los estímulos sonoros empiecen a llegar al cerebro del bebé, antes podrá ser receptivo al aprendizaje del lenguaje y evolucionar en otras áreas básicas de su desarrollo.
2. Implante osteointegrado
El mecanismo es similar al anterior, pero es apropiado para otros casos. Concretamente, para aquellos con problemas de audición en el oído externo o medio por causas neurosensoriales o conductivas, o por una combinación de ambas.
Como su nombre indica, este implante, que es de titanio, se ancla directamente al hueso, mediante una operación quirúrgica. ¿Y qué hace? Pues traslada el sonido a través del hueso directamente al oído interno en forma de vibraciones y sin forzar el conducto auditivo. Se recomienda su colocación a partir de los 5 años.
Un gran cambio en sus vidas
Gracias a ambos métodos, los niños logran salir de su mundo interior, cerrado y silencioso. De este modo, pueden abrirse al exterior e interactuar con los demás de una manera más plena. Y, lo que es más importante, estarán preparados para adquirir la habilidad del leguaje, comunicarse, aprender, disfrutar de la vida…
Como sabemos lo receptivos que son, el cambio y la evolución que se observa en ellos es realmente espectacular y esperanzadora. Ser testigos de sus reacciones la primera vez que oyen lo que ocurre a su alrededor y la emoción de los padres es digno de ver.
En definitiva, la pérdida auditiva en la niñez se ha venido compensando con el lenguaje de signos, el uso de gestos y la escritura. En la actualidad, si la sordera es leve o media y se actúa a tiempo mediante terapias y el uso del aparato correctivo, tiene solución.
Y, como hemos visto, cuando es profunda y se trata precozmente, también. Se consigue lo que de otro modo sería imposible: que los niños disfruten de una vida personal y social plena y feliz. Y que desarrollen sus capacidades al máximo. No es poco.