Variables psicosociales asociadas a la pérdida de audición como Síndrome Geriátrico
El concepto de síndrome geriátrico hace referencia al conjunto de cuadros originados por la conjunción de una serie de enfermedades que alcanzan una enorme prevalencia en las personas mayores, origen en muchos casos, de incapacidad funcional o social.
El déficit auditivo remite a un síndrome geriátrico acusado, que incide en la calidad de vida y el bienestar de las personas mayores, aumentando no solo su grado de dependencia al reducirse las habilidades en las actividades de la vida diaria (AVD), pero no solo es afectación a nivel funcional, sino también a nivel psicológico y social al producirse en muchos casos aislamiento, falta de comunicación, soledad y por ende ansiedad y depresión.
Es una realidad que los avances en las condiciones sanitarias y socioeconómicas han incrementado la esperanza de vida y el número de personas mayores, sin embargo, las alteraciones de la salud en relación con la edad siguen aumentando, siendo el déficit sensorial auditivo una de las más frecuentes, cerca de un 25% de las personas de 65-74 años y hasta el 50% de los mayores de 75 años sufren una pérdida de audición.
En este post vamos a destacar que variables están asociadas al déficit de audición, planteando una cuestión de prevención primaria y detección precoz a nivel bio-psicosocial de dicho déficit.
Variables cognitivas asociadas al déficit de audición
Algunas investigaciones ponen de manifiesto que el deterioro auditivo correlaciona positivamente y se convierte en un factor de riesgo del deterioro cerebral. Algunos estudios demuestran que cierto tipo de pérdida auditiva pueden llevar también a sufrir pérdidas de memoria, comprensión de la información, atención y problemas de pensamiento, que denominamos deterioro cognitivo leve. La razón sería que la actividad cerebral disminuye con un input audiológico reducido y que el cerebro es como un músculo que necesita ser usado y entrenado para seguir trabajando adecuadamente. (Lin FR et al, 2011)
Cuando se experimentan dificultades auditivas, existe un déficit de ingreso de información en el cerebro a través del nervio auditivo, el cual comienza a debilitarse, esto obliga al área del cerebro que procesa la entrada sensorial, como el sonido, a trabajar más duro para dar sentido a lo que se escucha. Estos modelos acuerdan que la debilidad de esta área compartida del cerebro está relacionada con la demencia y la enfermedad de Alzheimer (Deal JA et al. 2017). No obstante se debe señalar, que en algunas ocasiones se confunde el deterioro cognitivo subclínico con una pérdida leve de audición, y existe el riesgo de que una sordera moderada o leve pueda estar sobre-diagnosticada en las personas mayores, y de ahí la importancia de la detección y evaluación de dichos síntomas.
Aún así, no todas las personas con déficit en audición necesariamente desarrollan demencia. Existen factores protectores como otros investigadores sugieren, como son el “esfuerzo cerebral” desarrollado durante años que pueden ayudar a transformar sonidos en información útil en las habilidades de la vida diaria, por lo cual propiciar un envejecimiento activo y desarrollo de interacción social adecuado, ayudan a prevenir cualquier tipo de deterioro cognitivo.
Así mismo, las funciones ejecutivas, que permiten llevar a cabo conductas eficaces, creativas y aceptadas socialmente (Lezak, 1982), se ven afectadas con la pérdida auditiva y así procesos cognitivos como la anticipación, elección de objetivos, planificación, autorregulación, autocontrol, resolución de problemas y el uso de feedback, entre otros (Sohlgberg y Mateer) se observan debilitados e influyen en la personalidad y estilo de vida.
Variables psicológicas y emocionales relacionadas con déficits auditivos en mayores
Al hilo de lo anterior, otros rasgos psicológicos que aparecen vinculados al déficit auditivo en los mayores es la rigidez de pensamientos (patrones inflexibles), acuse más incisivo de las características de la personalidad adulta: más obstinados, más obsesivos, más vehementes, etc., unas creencias más arraigadas que se pueden convertir en sentimientos de culpa ó resignación, propias de un envejecimiento no consciente, pudiendo convertir el déficit auditivo en personas más introvertidas, “ariscas”, “desconfiadas”, que les cuesta expresar sus emociones a su entorno familiar, cayendo en el error de ser características propias del envejecimiento y no prestarles la atención adecuada en su prevención, diagnóstico e intervención.
Como ya hemos presentado, el déficit sensorial auditivo influye de manera negativa en la calidad de vida de todas las personas, la incapacidad de comunicarse y poder participar en eventos sociales es fácil que desemboque en estados de aislamiento, soledad y trastornos depresivos.
Esta situación de aislamiento repercute no solo en el estilo de vida, sino también y de manera significativa en el bienestar psicológico, desembocando en problemas de hostilidad, resentimiento, depresión, tristeza y ansiedad, que a su vez reactivan mecanismos neurobiológicos que pueden dañar la emoción, cognición y conductas de salud, como el riesgo a peor calidad del sueño, siendo la ideación suicida y el mayor riesgo de morir prematuramente, en torno a un 14% en algunos estudios (Castilla, 2019), uno de los factores más preocupantes actualmente.
La importancia de la prevención. Conclusiones
Se puede concluir que la comorbilidad asociada a este síndrome geriátrico es notable, y debemos estar atentos a cada una de las multi-variables presentadas, las medidas de intervención deberán de ir dirigidas a la prevención y detección precoz y las revisiones puntuales por parte de otorrinos mediante el adecuado control y modificación de los factores de riesgo.
En relación con factores depresivos, es necesario descartar las posibilidades de marcadores genéticos y hereditarios relacionados a trastornos de índole neurológico, pero como hemos venido señalando el saber desarrollar un envejecimiento activo, positivo y exitoso, va a ayudar a tomar conciencia de la enfermedad y de las reservas cognitivas preservadas que debemos seguir desarrollando activa y diariamente.
El apoyo familiar y social es primordial para fomentar una sensación emocional funcional, alentando a la autonomía y la no dependencia de la persona en todos sus ámbitos.